viernes, 4 de diciembre de 2009

Pura diversión


Cuando alguien ha encontrado, ya sea por hobby o por trabajo, aquello que lo apasiona más que cualquier otra cosa en la vida, incluso que el amor, tarde o temprano se da cuenta que todo lo que tenga que ver con su pasión le proporciona placer, diversión y en ocasiones un reto, que toma siempre con el fin de superarlo. Quien colecciona estampillas, busca los medios para hacerse de ellas, asiste a exhibiciones de otros coleccionistas, rastrea en Internet los mejores sistemas de recopilación, clasificación y cuidado de los minúsculos trozos de papel estampado y engomado. Lo mejor de todo es que todo este trabajo que se toma el coleccionista, para él no es trabajo; puede pasar horas y horas frente a sus especimenes, frente a sus nuevos hallazgos, tratando de clasificar lo más humano posible, o simplemente contemplando, la basta cantidad que posee, sin ser consciente del enorme espacio de tiempo que transcurre mientras se dedica a su pasión. Y ocurre igual con todas las pasiones del hombre y, por supuesto, de la mujer.
Mi trabajo, el que hago para tratar de ganarme el sustento diario, me divierte, pero no tanto como hace unos días. Resulta que esta semana que está por terminar, uno de los directivos de la empresa donde laboro, dio con una noticia en Internet que mencionaba el premio otorgado a uno de los coches de nuestra marca. El texto apareció en el idioma de Shakespeare, pero ese no fue obstáculo para que el alto mando lo leyera debido a que entiende y habla un buen porcentaje de inglés. Lamentablemente, aun con el avance tecnológico y multicultural que a alcanzado el mundo en la última década, muchos sabemos algo, poco o nada de inglés. El directivo no tradujo la nota para nosotros, por supuesto que no; lo más que hizo fue comentarla en una junta y proporcionarnos el escrito, pidiéndonos que cada quien la tradujera.
Mi porcentaje en el manejo de la lengua inglesa no es muy alto, pero tampoco demasiado bajo, aun así tuve que disponer del traductor de Google. Naturalmente, la herramienta del buscador más famoso del mundo tradujo todo el texto en forma literal y en el orden en que estaban escritas las palabras en inglés. Para la mayoría de mis compañeros del departamento de ventas fue como si les hubiesen dado un modelo a escala para armar, digamos…de un avión, y que al pedirle a alguien más que lo armara, ese alguien se los hubiera entregado todo patas arriba: las alas mal ensambladas, una debajo y otra encima del fuselaje; el tren de aterrizaje montado en la cola del avión, como si fuera el alerón trasero; el alerón trasero colocado en el lugar del tren de aterrizaje; la cabina del piloto montada donde va el motor con su hélice, y el motor con su hélice donde va la cabina del piloto; y en fin, un modelo capirotada en vez de un modelo a escala bien armado. Pues así fue como arrojó el texto en español el traductor de Google; y no lo culpo, pareciera como si la nota sobre el vehículo que comento la hubiera escrito con las patas un gringo que tenía los ojos vendados.
Es en este punto donde comenzó la diversión para mí; me di a la tarea de ordenar palabras y frases para que la traducción fuera coherente con lo que la noticia expresaba sobre el auto. Incluso algunas palabras las cambié por uno de sus sinónimos. Al realizar este trabajo, si se puede considerar trabajo para un enamorado de las letras, me divertí como cuando niño, y las horas se me fueron sin que me diera cuenta de su partida.
Ahora entiendo la parte de la vida de Cortázar, donde él mismo narraba que pasó mucho tiempo enclaustrado en una pensión traduciendo montañas de libros, y que fue cuando y donde se convirtió en un intelectual, un verdadero intelectual. Indudablemente fue también en esa época cuando se convirtió en el gran escritor argentino que dio vida a Rayuela.
Tal vez para mucha gente el trabajo del traductor sea aburrido y saturante, pero para mí, y puedo jurar que también para Cortázar lo fue, es pura diversión.

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