sábado, 26 de diciembre de 2009

Noche Buena, a pesar de todo


Esta navidad fue muy especial para mí, porque me di cuenta de la gente con la que puedo contar en los momentos difíciles. La crisis, al igual que a la mayoría de los mexicanos, me pegó durísimo y quedé endrogado hasta las cachas, razón por la cual no recibí ni un solo quinto de mi aguinaldo. El jueves pasado, ya en la víspera de Navidad, todavía arrastraba una depresión, cruel pero pasajera, por la falta de liquidez. Para no pasar la fecha sin ni un centavo, la mañana del 24 tomé mi guitarra electroacústica del rincón paradójico, el del olvido y los recuerdos, y la llevé a empeñar al Nacional Monte de Piedad. Con lo que me prestaron por mi entrañable prenda, corrí a comprar algunos pequeños detalles para no llegar con las manos vacías en Noche Buena. Me uní a los diferentes hormigueros que forma la gente en estas fechas en los Malls y sus misceláneos locales, en los centros comerciales, en las jugueterías y en las librerías (mis favoritas).
Mi asombro fue despertado por la inmensa cantidad de personas entre las que tuve que nadar para poder entrar y salir de cada lugar que visité esa mañana. -Y eso que estamos en crisis, imagínate si no… pensé. Igual y mucha gente le hizo como yo: se endrogó con el fin de hacer llegar un pequeño detalle a las manos de sus seres queridos, y de procurar una cena, tal vez modesta, pero diferente, para que la fecha no pasara desapercibida.
Entre los obsequios que adquirí estuvo presente un libro. Si por mí fuera, regalaba puros libros, pero solo lo hago con la o las personas que sé de antemano que les gusta leer; porque si regalas literatura a alguien que no lee ni los instructivos de los aparatos electrónicos que compra, es como si le obsequiaras un saxofón a quien no le gusta la música y por ende no sabe tocar los metales.
El día 25 encendí el televisor a eso de las diez y media de la mañana y me topé con una versión caricaturizada de Cuento de Navidad, de Dickens. Los dibujos animados acapararon mi atención hasta que término el programa, o la película. Nunca, como entonces, me había identificado tanto con el relato de Dickens; y también nunca me había dado cuenta lo extremadamente bien que el escritor inglés pintó a los empresarios, crueles y tacaños, a través del personaje de Scrooge; bueno, al menos a los empresarios que conozco.

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