viernes, 31 de julio de 2009

Las batallas en el desierto


Con este título no pretendo aludir la novela de José Emilio Pacheco, sin embargo recomiendo leerla o releerla. Me dio la gana utilizar el nombre de la obra del escritor azteca porque refleja la situación del entorno lagunero. Si resulta poco creíble para algunos, basta con buscar en los diarios regionales de mayor circulación dentro de nuestro polvoroso e inundado (cada vez que llueve) habitad para encontrar las dos noticias que nos caen a los torreonenses, gomezpalatinos y lerdenses como patada de mula, y no en el estómago, si no en el mero centro de los… de las partes nobles.
Bueno, pero ¿Qué es lo que dicen estas noticias? Una de ellas, publicada el pasado mes de mayo, nos informa que el Estado de la República Mexicana con mayor índice de DESEMPLEO es COAHUILA; y la otra, que apareció hace solo unos días, espeta en nuestra cara que TORREÓN es la CIUDAD MÁS CARA para vivir de todo nuestro país. ¿Qué les parece? Y por si acaso fuera poco, los rapaces y depredadores empresarios laguneros, con el pretexto de la crisis, explotan más a sus empleados ordenándoles que realicen funciones extras a las que les corresponden y aumentando las jornadas de trabajo, todo por los mismos míseros sueldos y salarios de siempre; y cuidado y protesten, porque mínimo les sueltan la perorata de que afuera hay mucha gente que quisiera trabajar, y si la insistencia, el reclamo o la negativa a horas extras de trabajo -sin cubrir como se deben- persisten, simplemente se despide a los inconformes. Las batallas en el desierto que se libran todos los días son para sobrevivir a la falta de empleo, al alto costo de la vida y a los empresarios que se sienten Pedro Páramo y creen que La Comarca Lagunera es el abrasante pueblo de Comala.
Muchos (más bien todos, al menos los asalariados) nos preguntamos ¿Dónde está el Gobierno de la Gente? ¿Dónde el bienestar para tu familia? O, en otras palabras, ¿Qué esta haciendo el Gobernador de Coahuila para decir que su mandato es el Gobierno de la Gente? ¿Dónde está el bienestar para nuestras familias que tanto pregonan los spots televisivos del Gobierno Federal? ¿Dónde quedó el eslogan, promesa de campaña, que Calderón utilizó y en el que se nombraba El Presidente del Empleo?
El Estado de Nuevo León tiene muchas más oportunidades para sus habitantes, en todos los ámbitos, y sin embargo no es el más caro para vivir; los que hemos ido a la ciudad de Monterrey y municipios circunvecinos estamos conscientes de la gran diferencia -abismal, diría yo- a favor que tienen esos lugares con respecto a La Laguna, y a Coahuila en general.
Espero que todos los políticos del país estén conscientes de que poco falta para que le llenen el buche de piedritas al pueblo, y también espero que recuerden algo de la historia nacional ocurrida el siglo pasado (lo dudo), donde fue el Norte del País el que parió al general revolucionario que se convirtió en mito y leyenda: Pancho Villa. La gente siempre va a seguir a un líder como Villa con tal de acabar con la dictadura burocrática y parasitaria que se padece hoy en día en México. No es necesario que sea a través de las armas, para que más derramamiento de sangre, suficiente lección tuvimos con la mentada Revolución Mexicana, y suficiente tenemos ya con los ríos de sangre que corren a diario gracias al crimen organizado; pero cien millones de habitantes fácilmente pueden expulsar, en forma pacifica, al servidor o servidores públicos que solo se preocupan por su enriquecimiento personal y el de su partido político, poco va a importar el cargo que ostenten, por ser inmerecido.

Anexo a este post las notas que bajé de los sitios Web http://www.elsiglodetorreon.com.mx/ y http://www.milenio.com/ respectivamente, sobre el desempleo y la ciudad más cara para vivir en nuestro país.

Coahuila, líder en desempleo: INEGI

Por: LA I LAGUNA
Domingo 17 de Mayo de 2009

El estado subió del lugar 3 al 1 a nivel Nacional; Durango bajó del sitio 4 al 5 en un trimestre, Coahuila subió del tercer al primer lugar en cifras de Población Económicamente Activa (PEA) desocupada, de acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), mientras que Durango bajó del cuarto al quinto sitio a nivel nacional.
De mal en peor
Según los datos de INEGI, Coahuila presenta un 8.6% de PEA desocupada y Durango un 6.5%.
Aunque ambas entidades incrementaron el porcentaje con respecto al último trimestre, Coahuila superó a todos los estados colocándose en el primer sitio.
En el cuarto trimestre de 2008, Coahuila se encontraba en el tercer sitio de la lista, con un 5.7% de PEA desocupada, junto a Aguascalientes y Tabasco; y Durango estaba en el cuarto lugar, con 5.6%.


Torreón, la ciudad más cara del País

Milenio.com
Viernes, 24 de Julio de 2009

En la primera quincena del mes de julio tiene una variación del 0.62% con precios al alza: Aguacate, jitomate, cebolla, azúcar y naranja.

Torreón.- De acuerdo a la estadística emitida por el Banco de México, la ciudad de Torreón es considerada la ciudad más cara del país, al reportar la mayor variación inflacionaria en la primera quincena del mes de julio con 0.62%, frente al promedio nacional de 0.20%.
Cabe destacar que esta ciudad cerró junio con una inflación anualizada del 6.08%, cifra mayor al promedio nacional.
Productos agropecuarios, turísticos, transporte aéreo y vivienda, los productos con mayor alza en los precio, de acuerdo a la tabla del Indice Nacional de Precios al Consumidor.
El también llamado Banco Central del país publicó en su página de Internet que el Índice Nacional de Precios al Consumidor tuvo una variación de 0.20 por ciento en la primera quincena de julio de 2009.
En el mismo lapso de 2008 la cifra correspondiente fue 0.38 por ciento.
En la quincena que se reporta, el índice de precios subyacente aumentó 0.21 por ciento, en tanto que para igual periodo del año previo este indicador tuvo un incremento de 0.24 por ciento.
La inflación de las mercancías fue 0.14 por ciento, mientras que en la primera quincena de julio de 2008 ésta se ubicó en 0.19 por ciento.
Por su parte, las cotizaciones del los servicios presentaron una variación de 0.28 por ciento, cifra 0.01 puntos porcentuales menor a la registrada en la misma quincena de 2008, sobresaliendo dentro del grupo del resto de servicios los incrementos de precios en los genéricos transporte aéreo y servicios turísticos en paquete.
El recuadro del Índice Nacional de Precios al Consumidor, que muestra la variación de los genéricos con incidencias extremas, señala los productos con precios al alza:
Aguacate, Servicios Turísticos en paquete, transporte aéreo, jitomate, cebolla, azúcar, naranja, vivienda propia.
En tanto que dentro de los productos con precios a la baja, el Banco de México reporta: Tomate verde, huevo, pollo en piezas, chile poblano, servicios telefónicos local, gas doméstico (licuado y gas natura), uva, pulpa de cerdo.
El subíndice de los productos agropecuarios, fue el que tuvo un incremento de 0.42 por ciento, en tanto que para igual periodo del año anterior la variación se ubicó en 1.29 por ciento; este resultado se deriva de las menores cotizaciones en algunos genéricos del grupo de las frutas y las verduras, principalmente tomate verde, chile poblano, uva y chile serrano, así como en el grupo de los pecuarios, donde destacaron las bajas en los precios del huevo y del pollo en piezas.
El índice de precios de la canasta básica de consumo tuvo una variación de 0.05 por ciento en la primera quincena de julio de 2009, mientras que para igual periodo de 2008 la cifra correspondiente fue 0.51 por ciento.
En cuanto a la clasificación por Objeto de Gasto destacan rubros como: Alimentos, bebidas y tabaco 0.20%; ropa y calzado -0.10%; vivienda 0.04%, muebles y enseres domésticos 0.01%, salud y cuidado personal 0.27%, transporte 0.37%, educación y esparcimiento 0.46%, otros servicios 0.16%.
Luis Carlos Valdés de León

miércoles, 29 de julio de 2009

El recuento de los daños


A través de la historia de México se han destapado, no una ni varias, sino muchas crisis, sobre todo económicas. En los años ochenta, cuando transcurría mi niñez en ese segmento de tiempo donde nada nos preocupa, está muy presente en mi memoria el estrés de mis padres, pero también la valentía frente a la difícil situación; tremendo esfuerzo considerando que solo mi padre trabajaba. Aun así eran felices y nos transmitían -a mi hermano y a mí- sus mejores sentimientos. “Lo más importante es que tenemos salud, lo demás como quiera. El dinero va y viene” Estas frases eran recurrentes en mi padre cuando enfrentaba algún gasto alto e imprevisto. No es porque sea mi padre, pero ahora que tengo consciencia de muchas cosas, sobre todo de lo complicado y difícil que es sobrevivir, él fue y es un héroe -desconocido para muchos o casi para todos- pero un héroe a fin de cuentas; más al darme cuenta de que el dinero iba, pero muy pocas veces venía. Pero, reitero, éramos felices y vivíamos muy, pero muy tranquilos.
Tranquilidad, palabra de la que no entendemos su significado en la actualidad, sobre todo por el apocalíptico índice de inseguridad y criminalidad que sufrimos a diario en nuestro país. Los niños y adolescentes de nuestro presente no pueden imaginar que, no hace mucho tiempo, la gente caminaba por las calles de cualquier ciudad sin temor a que algo trágico pasara, las personas platicaban afuera de sus casas hasta altas horas de la noche en el verano, los niños jugaban en la calle como si del patio de su casa se tratara, los asesinatos sangrientos causaban indignación y un pavoroso escándalo que los convertía en leyendas urbanas, el respeto por los demás y los buenos modales eran características bien acuñadas en la mayoría de la gente, la palabra que alguien empeñaba era de un valor mayor al de cualquier papel firmado, la policía se hacia respetar y los que andaban chuecos le temían, el ejercito causaba terror cuando por algún motivo patrullaba la ciudad, los narcotraficantes eran mayormente repudiados que admirados, la Policía Federal de Caminos era admirada y temida casi como el ejercito; en suma, México era un país donde reinaban la tranquilidad, la seguridad y el respeto mutuo, algo contrario a lo que se vive ahora. Los mexicanos nos admirábamos, y nos causaba asombro e indignación, al ver en las noticias de la televisión y leer en los periódicos la violencia que azotaba otros países de Latinoamérica, como Colombia y El Salvador; ya no se diga allá en Palestina, Arabia Saudita y también en diferentes lugares de África. Además presumíamos que éramos libres de circular por cualquier parte de México y de hacer lo que quisiéramos siempre y cuando estuviera dentro del margen lícito, a diferencia de Cuba y el régimen castrista. “Aquí en México tenemos paz, tranquilidad y somos un país libre; somos libres de hacer lo queramos hacer”, comentaban mis padres al darse cuenta, en 24 Horas con Jacobo Zabludovsky, de la esclavitud que vivían -y hasta la fecha viven- los cubanos, de los enfrentamientos entre la guerrilla y el ejercito en El Salvador, de la violencia que padecían las calles de Medellín en Colombia, de la guerra del Medio Oriente, y de tantas cosas que eran inimaginables en nuestro México, que entonces si era lindo y querido.
Es ahora, que parece que el resto del mundo nos compartió sus desgracias, cuando añoramos los viejos tiempos y nos preguntamos: ¿Valió la pena el cambio del gobierno del partido tricolor al del partido blanquiazul? ¿De que ha servido el que se le declarara la guerra al crimen organizado si estamos peor que antes? ¿Cuánto dinero y cuantas vidas (sobre todo) son el costo de esta guerra sangrienta y al parecer inútil? ¿No habría sido mejor que el derroche de recursos monetarios y humanos fuera para fortalecer la educación y golpear sin piedad al desempleo creando así mejores ciudadanos? Gran parte del país, en su mayoría, reflexiona en estas preguntas y está en contra del proyecto actual que maneja el gobierno federal; si hubiese mejor educación y mayores oportunidades laborales y de desarrollo personal, menos hombres, mujeres y jóvenes voltearían a ver hacia la tentadora oferta que les hace el crimen organizado, porque para muchos es eso o morirse de hambre, además súmenle la falta de valores morales, la delincuencia la lleva de gane. Y todo esto no es solo mi opinión, es la opinión de los estudiosos e intelectuales sobre el tema, tanto mexicanos como extranjeros.
Sí, en este sexenio se han capturado más capos y cabezas del crimen organizado que quizás en todos los demás períodos presidenciales juntos, pero de que sirve si todos los días muere gente inocente, todos los días se llevan a cabo múltiples ejecuciones, todos los días extorsionan a más y más personas, todos los días se sabe de los famosos levantotes, no paran los secuestros, no paran los enfrentamientos entre autoridades y delincuentes, no para la ineptitud de algunos cuerpos de seguridad para atrapar o neutralizar -a como dé lugar- a quienes tienen el descaro de enfrentar a las fuerzas del orden en sus propios cuarteles; y aunque ya no es un encabezado vendedor en los noticieros ni en los diarios, les puedo asegurar que el número de las muertas de Juárez sigue creciendo. El crimen organizado dio un paso adelante al intentar desbocarse, al hacerlo se encontró con la impunidad y ya no dio un paso atrás. Mientras no se apliquen a fondo las defectuosas leyes con que contamos, mientras no sea posible crear nuevas leyes que protejan al buen ciudadano y no sean la burla de los delincuentes, mientras no se acabe la corrupción -madre de la impunidad-, México seguirá tal como va en cuestión de seguridad: cada vez peor.
Hay que luchar desde nuestra propia trinchera, educando a nuestros hijos lo mejor posible y no dejarlos solos en los momentos más titubeantes, difíciles y decisivos de su vida, sin olvidar que debemos de predicar con el ejemplo siendo -lo mejor que podamos- buenos hijos, buenos padres, buenos vecinos, buenos empleados, buenos mexicanos en todo el sentido de la palabra. Por supuesto que el gobierno no puede dejarnos todo a los que intentamos mejorar -desde nuestro entorno- la situación del País, como tampoco podemos dejarle todo el paquete al gobierno. Es momento de echar a andar el cambio que deseamos, y solo lo vamos a lograr convirtiéndonos en personas de acción y de participación.

viernes, 17 de julio de 2009

La sensibilidad y la pobreza


Nunca he sido afecto o fanático, mucho menos promotor, de la idea que tienen ciertos círculos de literatos con respecto a que un escritor, para ser buen escritor y contar con sensibilidad, debe de vivir o haber vivido en la pobreza, en la marginación. Gigantes de las letras latinoamericanas como Jorge Luis Borges, Adolfo Bioy Casares, Octavio Paz, Carlos Fuentes y muchos más de todas partes del mundo, han experimentado la sensibilidad aun cuando nacieron en una cuna acomodada; a grandes filántropos les ocurrió lo mismo, solo les bastó con asomarse por la ventana que muestra la miseria en que viven sus semejantes para apoyarlos desde su trinchera, y que mejor que una trinchera donde la economía no es una limitante. Quien no conoce los casos como el de la Madre Teresa de Calcuta, el de la Princesa Diana, es más, hasta un Michael Jackson, que fue el artista que más a donado dinero para las buenas causas.
Así que, para despertar nuestra sensibilidad como artistas, no siempre es necesario que suframos en carne propia de las barbaridades a que somete el hombre a sus semejantes, pero sí hay que abrir los ojos y practicar la empatía con la gente que sufre la injusticia, una enfermedad -curable o no curable- y que no cuenta con los recursos para atenderse, la falta de oportunidades por discriminación de cualquier tipo, la violencia en todas sus formas de expresión, y tantas aberraciones que existen en la llamada civilización moderna en que nos desenvolvemos y que llamamos así por la tecnología que, o utilizamos o por lo menos conocemos, pero en cuestión de brutalidad animal -contra los demás y contra nuestro entorno- somos muy similares a nuestros antepasados de otras épocas como la Edad Media y hasta en los tiempos en que Jesucristo pisó Tierra Santa.
Esta reflexión me absorbió el pensamiento debido a que el sábado pasado leí una entrevista que le hizo la escritora lagunera Angélica López Gándara al poeta y diplomático -también lagunero- Jorge Valdés Díaz-Vélez. La entrevista apareció en la sección “Nuestro Mundo” de la revista Siglo Nuevo (Año 4, No. 80, 11 de julio de 2009) que publica cada catorcena el periódico El Siglo de Torreón. En la entrevista, Angélica aborda el tema de la pobreza de la siguiente forma:
ALG: Algunas personas consideran que la pobreza provee de sensibilidad extra al artista; ¿debe el poeta vivir en estrechez económica para escribir mejor?
A lo que Valdés Díaz-Vélez responde:
JVDV: Desde la marginalidad difícilmente puede accederse al núcleo de la creatividad. Ese pensamiento ‘romántico’ a dado paso a legiones de autores frustrados que muchas veces, a manera de excusa, han asociado el término pobreza con miserias intelectuales, falta de capacidad de asombro y de rigor de trabajo, y exceso de autocomplacencia. La sensibilidad es un preciado don que debe refinarse mediante la lectura y la escritura. También a través del disfrute de otras manifestaciones del arte, de la participación al interior de una sociedad que ha frivolizado el término cultura para confundirlo con el de entretenimiento, y de la dignificación de una actividad que algunos han ahogado en la esterilidad de la denominada ‘bohemia’ y otras actividades extraliterarias. La poesía, por fortuna, se mantendrá por encima de esa imagen de extrema pobreza, de facilismos y actitudes banales que no han conseguido restarle valor.
Me encantó el comentario de Valdés Díaz-Vélez, y concuerdo con él.

viernes, 10 de julio de 2009

El regreso del innombrable


Allá por noviembre del 2002, la adicción a los libros y a la lectura cobró una víctima más: a mí. Comencé, como tal vez comienza todo mundo, con un bestseller; adquirí el tomo dos de Caballo de Troya, la serie más famosa de J. J. Benítez. La novela sobre el diario de un coronel retirado del ejercito norteamericano que viaja al pasado, me atrapó, tanto así que -poco a poco- compré, uno por uno, todos los libros de la serie.
Pasé bastante tiempo como cazador de buenos bestsellers, así fue como di con El Código Da Vinci, de Dan Brown; El misterio de Salem´s Lot, de Stephen King; El Alquimista, de Paulo Coelho; y, entre muchos más, Harry Potter y la piedra filosofal, de J. K. Rowling, del que voy a comentar un poco.
Recuerdo que ya había escuchado hablar mucho sobre el mago más famoso del mundo, pero no vi la película -al estar de moda- basada en la primera novela, si no hasta mucho después. Varios compañeros del trabajo hablaban maravillas de los efectos especiales de Harry Potter, y de la buena trama en su historia. Cuando supe del estreno del segundo filme del niño mago (Harry Potter y la cámara secreta), no dudé en ir a verla; en efecto, me embelesaron la trama, la imaginación sin límites de la escritora y los efectos especiales. Me propuse conseguir el primer libro, lo encontré en internet, lo bajé, lo leí y quedé hechizado con las historias de J. K. Rowling.
No sé si tú ya habrás leído las novelas o habrás visto todas las películas que hasta ahora se han filmado, pero ambas cosas son fantásticas; claro, como comento en notas anteriores, tanto la literatura que leemos como el cine vemos, son cuestión de gustos.
J. K. Rowling es una pintora de imágenes precisas a través de las palabras: todo cuanto escribe, tú lo lees y lo imaginas nítidamente, como si ya estuvieras viendo la película. Esto ha sido una de las claves de su tremendo éxito, no solo con los niños y jóvenes, sino también con los adultos.
En las novelas de Harry Potter, siempre está presente la amenaza del enemigo mortal del niño mago, Lord Voldemort, quien pretende regresar a los dos mundos, mágico y mugle, para cobrar venganza matando a Potter, y recuperar el poder y su reinado de terror, que perdió en su primer intento por asesinar a Harry cuando era apenas un bebé. Detrás de todas las cosas oscuras y terroríficas que le ocurren a Potter y a su entorno, está tras bambalinas Voldemort o sus fieles seguidores, o ambos. Pasa algo atroz, muere alguien, algún alumno fracasa, los hilos tras las sombras se mueven para presionar o derrocar al ministerio de magia, y el culpable es quien no debe ser nombrado (Voldemort).
Menciono todo esto porque, por lo general, la ficción retrata gran parte de la realidad. Mi mente trajo a mí la imagen y el recuerdo de Lord Voldemort al ponerme a analizar la situación política de México. Desde hace ya algunos años que Carlos Salinas de Gortari, discretamente, comenzó a aparecer en los medios de comunicación: concedió entrevistas, opinó sobre la situación política y económica de nuestro país, sacó a la venta un libro (lleva por título algo así como "La década perdida"); es más, hasta se dio el lujo de asistir a la boda del gobernador de Coahuila, el profesor Humberto Moreira. Recientemente fue tema de polémica nacional (cuando no) al ser nombrado por el también ex-presidente de México Miguel de la Madrid en una entrevista con la periodista Carmen Aristegui, donde el ex-mandatario habló pestes -hasta las chanclas- de Salinas y de todos los Salinas en general, a quienes tachó de rateros, aliados del narco, corruptos y asesinos. Increíble, ¿verdad? Me dan lástima dos cosas: una de ellas, que muy pocos mexicanos siguieron esa explosiva entrevista; y la otra, que en cuanto se dio cuenta Carlitos, se encargó de hacer uso del tremendo poder que nunca perdió e hizo que De la Madrid se retractara. A la par de estos sucesos con Salinas como protagonista, el PRI comenzó a llevar a cabo las estrategias que, hoy por hoy, le han regresado la mayoría en el Congreso Local, Estatal y Federal; además de llevarlo con una fuerza arrasante para poder retornar a los Pinos en el 2012. La mayoría de la gente, al parecer, se encuentra convencida con la tonta -pero efectiva- campaña publicitaria del PRI, donde dicen que ellos SI saben gobernar. Si, como no. Desgraciadamente para las elecciones, México es un país de jóvenes que no recuerdan -o no están enterados- de las atrocidades que hicieron los presidentes y los legisladores emanados del PRI y su dictadura durante los 70 años que disfrutaron del poder. Que pronto se les olvidó a los mexicanos la crisis de 1994, provocada por Carlitos Salinitas y todos los desmadres y matanzas que llevó a cabo durante su mandato, y aun después de estar en el poder. Aunque no soy Panista de hueso colorado, reconozco algunos logros de los últimos dos presidentes cocinados en el partido blanquiazul. La libertad de expresión ha traspasado límites que eran impensables de franquear durante la dictadura del PRI, antes parecía imposible que algún día se pudiera criticar al Presidente de la República en pleno ejercicio de su mandato. También desapareció el presidencialismo, la centralización del poder en un solo hombre. Desaparecieron, o al menos bajaron drásticamente al grado de no notarse, los asesinatos políticos, ya sea a críticos ácidos del sistema de gobierno o de oponentes políticos duros de roer y con posibilidades de derrocar -por medio de las elecciones- al partido en turno. Las elecciones, a su vez, son más transparentes y -a todos los que nos interesa votar- ya no sufrimos tanto con la impotencia de que, aunque participemos en los comicios electorales, siempre quede en el poder quien quiere el actual gobierno, gracias al dedazo y al fraude electoral. Aun nos falta mucho, aun falta una diferencia abismal para que la democracia y la transparencia en México alcancen su auge como ocurre en los países del primer mundo, pero nadie puede negar que el PAN abrió el camino, bien o mal, intencionalmente o por accidente, pero lo hizo. Ahora todo esto está en peligro de perderse al regresar con tanta fuerza el PRI al congreso, y más aun, si el que gana las elecciones del 2012 es de extracción priísta. El poder corrompe, y el poder absoluto ni se diga; además, así como el infiel siempre será infiel, el adicto a la corrupción siempre será adicto a la corrupción, el adicto al poder, siempre será adicto al poder; si no, pregunten a Salinas a que demonios regresó a México. Como Voldemort, Carlitos volvió para vengarse, para destruir a quienes hicieron que tuviera que exiliarse, a recobrar el poder, aunque solo sea tras bambalinas y en las sombras insondables de su partido; y a que el PRI, y él mismo, implanten nuevamente la dictadura que tanto amaban y que creían perdida.

sábado, 4 de julio de 2009

La depresión, amiga o enemiga


¿Qué hacer cuando uno se encuentra deprimido? En esta condición de ánimo no dan ganas de hacer nada, porque se está triste y abatido, con una especie de cansancio físico y mental que no sabemos de donde diablos salió, y tampoco sabemos cuando ni como chingados se irá. Generalmente a la depresión la acompaña su inseparable amiga “la flojera”. Hay que tener mucho cuidado al entrar en un estado depresivo, es necesario -aunque no fácil- estar alerta, porque si se prolonga demasiado corremos el riesgo de caer en una profunda depresión a la que no podremos desterrar nosotros mismos de nuestra mente y de nuestro organismo y tendremos que buscar (o que alguien nos busque, si es que se dan cuenta nuestros seres queridos más cercanos) ayuda de un profesional. Según he sabido, cuando la depresión nos dura un muy largo período de tiempo, se puede convertir en permanente, en una enfermedad crónica que deberemos de soportar y tratar el resto de nuestra vida, tanto con terapias como con medicamentos, además de que alguien siempre deberá estar al pendiente de nuestra persona, vigilándonos a sol y a sombra.
Se dice que el mejor doctor, el que nos puede proporcionar la medicina preventiva de más alta calidad, somos nosotros mismos; es muy cierto. Las terapias que a mí más me han ayudado, cuando siento que he permanecido deprimido por días o semanas y me doy cuenta de que se me puede volver un hábito, son las que yo mismo he encontrado efectivas; dos de ellas (ya lo habrán adivinado) son leer y escribir. Puedo pasarme horas y horas leyendo, y horas y horas escribiendo, sin notar como transcurre el tiempo; cuando decido descansar de estas faenas intensivas, me siento mucho mejor. Algo que también me funciona muy bien es caminar o hacer ejercicio, pero con música, de preferencia canciones y melodías folclóricas y alegres (rancheras, tropicales, incluso música clásica), para así tener ocupados a la mente y al cuerpo; muchas veces la inspiración me ha llegado con esta sana actividad. Pero aguas, porque si se escogen canciones melancólicas, tristes o combinamos estos dos tipos, puede ser contraproducente: tal vez hagan que te animes a cortarte las venas, literalmente. Otra opción es el ver una buena película, de esas que te tienen al borde de la butaca, o de tu sillón favorito si la rentas en video; también las cómicas (las buenas), mexicanas o extranjeras, son un bálsamo para el fin que se persigue: aplastar a como de lugar la tristeza. Aquí también debo de advertirte que tengas cuidado con lo que ves. Las cintas de superación personal no las recomiendo (a excepción de En busca de la felicidad, con Will Simth, que me pareció buenísima; aunque no sé si entre en este rubro, espero que no), así como tampoco la literatura y el audio con este tipo de temas, ¿Por qué razón? Bueno, pues porque yo ya traté con todo eso y me deprimió más, no conozco el motivo, pero me hundieron más en mi letargo pesimista y depresivo. Ahora, si a ti te funciona el material del You Can, pues adelante; yo solo refiero mi fallida experiencia con el coco wash positivista.
La televisión, además de adictiva, es deprimente, así que mejor evítala. Mucha gente ha eliminado sus trastornos mentales dejándose absorber por su trabajo, intenso y sin tregua, o agarrando una segunda chamba después de terminar a diario con la principal. Dicen que las actividades humanitarias y filantrópicas son excelentes. Toda lucha es válida, pero definitivamente lo mío es leer y escribir.
No puedo negar que la melancolía aguda ayuda en el proceso creativo de un escritor, así como una locura controlada; y digo controlada porque es cierto lo que reza el dicho popular: “De músico, poeta y loco, todos tenemos un poco”. Los escritores estamos más tocadiscos que la gran mayoría, pero somos pacíficos.
Si ya caíste en las garras de la depresión, busca una terapia que te funcione y aferrate a ella, a tu propia terapia. Y si ya de plano estas en una etapa maníaco-depresiva, una de dos: busca ayuda profesional, o vuelvete escritor.

viernes, 3 de julio de 2009

Terror en las calles


Son las seis de la tarde, hace como una hora arreció la lluvia en el terregoso Torreón. La pequeña tormenta no duró más de veinticinco minutos, pero con eso fue suficiente para que las esquinas de las calles, las principales avenidas y los bulevares se inundaran provocando el temor en los dueños de autos bajitos y autos viejos, que irremediablemente se detienen donde los agarra el charco y les moja los cables que se encuentran por debajo o a un lado de la parte inferior del motor.
Yo doy gracias a Dios por haberme dado la entereza para elegir un auto que, aunque no es muy alto, nunca se queda en los tremendos lagos de lodo y basura que brotan cada vez que el cielo nos bendice con la frescura de una buena lluvia.
Cuando era niño me invadía un terror irracional cuando una tormenta eléctrica azotaba la ciudad; no soportaba el sonido ensordecedor de los truenos, que siempre acompañaban a más de un relámpago o algún rayo. El pasmo me lo había contagiado mamá, que en cuanto oía rugir al enardecido cielo embovedado de gris, o rojo si era de noche, decía asustada: “Ave María Purísima; Jesús, María y José”, y corría por las velas, ya que era muy común que se fuera la luz durante un aguacero de magnitudes catastróficas para este pedazo de desierto que el hombre se empeñó en civilizar.
Conforme fui creciendo, la igual que mi ingenuidad, el temor por los truenos se fue desvaneciendo; después yo calmaba a mi madre cuando el sonido, similar al que deben de provocar unos cerros que chocan, anunciaba la llegada de una tormenta, y aun la calmo -si estoy con ella en ese momento- en un suceso meteorológico de gran envergadura.
Desde hace mucho tiempo, tanto que ya no recuerdo desde cuando exactamente, que no temo más a los truenos, a los relámpagos y a los rayos (mientras me encuentre en la ciudad, que está tapizada de pararrayos). Ahora, cada vez que el cielo se cubre de nubes que amenazan con descargar todo lo que traen dentro, crece en mí un nuevo temor, una nueva fobia: el miedo a la destrucción del asfalto que provoca la negligencia de las autoridades al no atender la necesidad de un sistema de drenaje pluvial eficiente, negligencia que da lugar a las tremendas lagunas y lagos que se forman con tan solo veinte o veinticinco minutos de azote al centro urbano por un chaparrón tupido y sin tregua. Y es que el agua, al terminar de trasminarse a través de las grietas en el asfalto, prolifera las cuarteaduras, hoyos y baches en las calles de la ciudad, al grado que parece que en vez llover agua, llovieron meteoritos, dejando orificios-cráteres.
Mi temor, el miedo que me invade ahora que soy una hombre de 33 años, es que mi auto termine por desarmarse de la suspensión, que esta acabe de quebrarse de una vez por todas con los desperfectos que sufre el acabado asfalto de Torreón, motivo por el cual mi pobre carro ya está todo sonajiento y necesita –lo más pronto posible- el cambio de la cremallera en el eje delantero, para ser exactos, en la dirección. Por otro lado está el riesgo que se corre de provocar un hundimiento con el vehículo o caer en uno, como ocurrió la semana pasada en Bravo y Colón con un coche, debido al mal trabajo en la compactación de la tierra, que se hace antes de aplicar la piedrilla y el chapopote; y esto no es nuevo, hace algunos años se tragó la tierra a otro auto, esto pasó en la Calzada Lázaro Cárdenas, cerca de la Escuela Secundaria Federal No. 2.
Es toda una experiencia, disparadora de la adrenalina, el manejar o caminar por la ciudad durante o después de unos cuantos minutos de lluvia torrencial.

(Escribí estas líneas en día de ayer, justo después de que la lluvia arreció contra el centro y parte del oriente de Torreón)