jueves, 31 de diciembre de 2009

Jaime Muñoz Vargas, un tahúr profesional de las letras


No hace mucho que terminé de leer Las manos del tahúr, de Jaime Muñoz Vargas, y desde entonces rondaba insistente en mi cabeza la voluntad de hacer la reseña de la obra. No escribí mi impresión del libro antes debido a que tenía la armada intención de leerlo todo nuevamente, pero decidí que no quiero terminar el año sin antes subir este post-reseña. Sea como sea, voy a leer nuevamente el volumen completo, porque es de esos libros que vale la pena leer y releer.
Las manos del tahúr es un libro ensamblado con diez relatos cortos, con diez cuentos, diez divertidos, cotidianos e inolvidables cuentos. Jaime hace que uno se familiarice, luego luego de comenzar a leer, con los escenarios y los personajes; los lugares son comunes, fotografías literarias vivientes de nuestro polvoroso entorno: calles, lugares y edificios que transitamos, o hemos transitado, y con los que a menudo convivimos en este ranchote llamado Comarca Lagunera.
Los cuentos, con excepción de dos, están narrados en primera persona por alguien que se dedica a las letras o se vale de ellas para llevar a cabo su trabajo. Un periodista, el estudiante de la carrera ciencias de la comunicación, el reportero novato, el reportero estancado con muchos kilómetros recorridos en el ambiente de un diario y fastidiado por la rutina infranqueable que lo sofoca, son los personajes que cuentan su historia o la historia de algún amigo, de un conocido o de algún extraño que se cruzó en su camino cambiando los días, de comunes a interesantes.
Jaime adereza tan bien sus relatos con lugares y situaciones que son muy propios de sus personajes, que se llega a pensar que uno lee realidad en vez de ficción. Como todo buen escritor, Jaime ha integrado algunas anécdotas de su círculo laboral y también algo de sus vivencias personales en el ambiente periodístico y en el mundo literario.
Los relatos que más me gustaron de Las manos del tahúr son Luces de encierro, Narrar a media noche, Récord con papá, Historia del gorila y Medio litro de vodka. Mi selección de cuentos favoritos, nótese que son cinco de diez, no es con la intención de tachar al resto de malos, porque todos los relatos tienen la calidad de un cuentista como pocos; estos títulos, simplemente, son los que más me llegaron.
Luces de encierro trata sobre un escritor y articulista que publica las historias de personajes laguneros olvidados que en algún momento llegaron a destacar en determinada área o disciplina poniendo la mirada del país, y del extranjero, en el mapa nacional buscando a la ciudad de Torreón. El protagonista, en una de sus muchas andadas en busca de personajes importantes relegados, va a parar a puerta de la casa de Isidro Casas Noriega, un viejo enamorado de las letras que en su juventud ganó un premio literario de novela en Nueva York, y que además es poseedor de una biblioteca habitada por miles de libros. En este cuento se vislumbra la influencia de Borges en Jaime, reflejada en Isidro Casas, quien ostenta varios rasgos de la personalidad del mismísimo Borges: misántropo, más orgulloso de lo que ha leído que de lo que ha escrito, y poseedor de una abigarrada biblioteca.
Narrar a media noche es toda una cátedra del buen cuentista, ya que está narrado en primera y en tercera persona en algunos de sus párrafos. Aquí, un joven estudiante, y aspirante a escritor, es el encargado de un motel de paso que pertenece a su tío. El chavo, aprovechando la tranquilidad que de pronto asalta al cachondo establecimiento, escribe en una laptop sus vivencias en forma de cuento, luego las expone en un taller literario; y va más allá: participa en un concurso literario con su relato.
Los padres de más antes, como decía la gente del campo, eran muy huraños con sus hijos, y hasta con su esposa. Todo el día se la pasaban trabajando, llegaban a casa por las noches con el único fin de descansar, y solo rumiaban las palabras necesarias a quien osara intentar platicar con ellos. Estas situaciones se ven fotografiadas en Récord con papá.
En Historia del gorila, un reportero e integrante de un partido político, recuerda como un senador, abusando de poder, les mete una madriza a él y a sus amigos, entre ellos uno al que apodan el gorila. El reportero, a través del su partido y del periódico en el que trabaja, trata de hacerle la vida imposible al senador cuando el viejo político contiende en las elecciones para presidente municipal. El senador manda golpear nuevamente al reportero. Imaginen quien lo agarra en calidad de costal para prácticas de boxeo.
Una mujer, gorda y cachonda, trae asoleado a un funcionario público, pero él no le hace caso. El tipo, andando borracho, se accidenta en un vehiculo oficial, y para su mala suerte se da cuenta la gorda fogosa que anda tras sus huesos, que de ahí en adelante comienza a chantajearlo exigiéndole sexo sin frenos ni inhibiciones. El pobre hombre se da valor con media botella de vodka (Medio litro de vodka) antes de entrar en materia cada que la gorda abusa de él.
En cierta ocasión, Jaime me dijo que cuando se participa en un concurso literario es como si el escritor comprara un cachito de lotería, porque las posibilidades de que su obra gane en el certamen son las mismas que pegarle al gordo. En lo personal pienso que Jaime Muñoz Vargas ha ganado concursos literarios, no porque corrió con la suerte de pegarle al gordo, sino porque los jurados han sabido reconocer el buen escritor que es el autor de Las manos del tahúr.

Nota: Las manos del tahúr lo puedes conseguir en la librería del Museo Arocena; en caso de que no lo tengan en existencia, te lo mandan pedir sin costro extra, como a mí.

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