sábado, 27 de febrero de 2010

G.K. Chesterton y el jueves


Siempre he sentido una fascinación muy grande por los escritores ingleses, tanto clásicos como contemporáneos. Quizá se debe a que, como todos buenos mexicanos vecinos de los gringos, mis papás hicieron llegar a sus hijos el caricaturesco y fantástico mundo de Disney. Mickey Mouse, compañía y demás seres animados y deambulantes en la tierra de Disneylandia, fueron la alegría de mis primeros años, y hasta de mi adolescencia. Muchos personajes como Blanca Nieves, Peter Pan, la mentada y nuevamente de moda, Alicia, que se pierde en el país de las maravillas, y tal vez otros tantos que de momento no los ase mi encarrerada memoria, son invención de escritores británicos. Y es que los cuentos de hadas, digan lo que digan los literatos modernos, son los cuentos de hadas, donde Inglaterra, Escocia y en sí toda la isla Europea que abarca el Reino Unido, son lugares de donde más leyendas, mitos y cuentos fantásticos e influyentes se han exportado del viejo continente. Si no lo creen, solo dirijan nuevamente sus ojos hacia el país de Harry Potter y verán al Rey Arturo charlando con Merlín; con un poco de suerte podremos sorprender a Shakespeare caminando perdido en sus pensamientos por las calles Londres.
No quiero que se piense, aunque parezca que se tienen todo el derecho y las razones para hacerlo, que soy malinchista; así como admiro a nuestros escritorazos latinoamericanos, lo mismo hago con los escritores de otras latitudes y lugares ajenos a nuestro continente. Los nuestros tienen, y siempre tendrán, un lugar especial en nuestras preferencias, pero no por ello hay que cerrarse y hacer a un lado a los literatos extranjeros, si en verdad nos apasionan las letras.
El año pasado, en plenas compras navideñas, se me presentó el feliz hallazgo de toparme de frente con El hombre que fue jueves, de G.K. Chesterton. Si Borges no fuera uno entre los escritores que considero adictivos y de cabecera, lo más seguro es que al ver la novela policíaca de Chesterton ni la hubiese notado aunque el libro lanzara gritos para que lo comprara. En cuanto vi el libro con la fotografía del autor inglés en la portada, lo arrebaté de su estante y me lo agencié.
El hombre que fue jueves tiene un valor agregado de paquete: la novela fue traducida y prologada por Alfonso Reyes. Al leer el prologo del Maestro Alfonso Reyes, nos damos una idea muy amplia de la personalidad y el estilo narrativo de G.K. Chesterton, tanto, que pareciera que conocemos al paisano de Tony Blair de toda la vida.
Al igual que hace Alfonso Reyes en su ensayo-presentación de El hombre que fue jueves, trataré de comentar la novela sin develar demasiado de la trama, ya que casi pudiera decirse que cada línea escrita por Chesterton encierra un enigma que se resuelve en la siguiente línea, en las siguientes líneas o dando vuelta a la página. Si algún prologuista o reseñista destapa información más allá de la que necesita para moldear su trabajo, la novela de Cherterton puede perder el halo de misterio que la cubre durante todas sus páginas.
La novela policíaca, conocida también como genero negro, la mayor parte de la veces comienza con sangre, con un asesinato, un cadáver que chorrea pistas del culpable o culpables que lo victimaron. Después entra en acción la policía, representada por un chipocludo detective presto e interesado en resolver quien y porque hizo tan atroz salvajada. Déjenme decirles pues, que El hombre que fue jueves no comienza de esta forma. La historia se desarrolla a partir de la discusión entre dos poetas, uno maduron y otro joven: Lucían Gregory y Gabriel Syme. Gregory sostiene que todo poeta, todo artista es anarquista, y Syme se confiesa y asegura como un poeta de la legalidad, un poeta del orden, y hasta un poeta de la respetabilidad. Syme es un monstruo del intelecto y no le es difícil volver contra Gregory sus propias palabras y vencerlo en la discusión, alegando que en realidad Gregory no es un verdadero anarquista, sino solo alguien que ve con buenos ojos y aprueba las acciones anarquistas. Gregory, humillado ante el barrio, espera a Syme bajo la luz de un farol. Syme se prepara para combatir al airado poeta anarquista y, ante su sorpresa, Gregory lo invita que se vayan de juerga, prometiendo a Syme una noche divertida y el poder demostrarle que en verdad el viejo poeta si es un anarquista con toda la expresión de la palabra. Aquí comienzan las peripecias aventurescas, desesperantes y al límite, que ha de vivir Syme.
En El hombre que fue jueves, como menciono, no hay una muerte enigmática que resolver. Tampoco es una novela salpicada de sangre. Sin embargo la historia secuestra la atención para no soltarla. Sí aparece una probable muerte: un atentado con dinamita, contra un personaje público que estará en Francia, se proyecta dentro de un consejo anarquista. Scotland Yard buscará averiguar los pormenores del mortal plan y sabotearlo, en donde los herméticos implicados están todos contra todos, y todos a favor de todos.
El hombre que fue jueves es una novela de acción, narrada por Chesterton con unos giros que sacan de onda cuando más se cree que se sigue la trama, cuando más se piensa conocer a los personajes. Un profesor -viejo, lisiado y anarquista- persigue sin tregua a Syme, a pesar de que el joven poeta hace acrobacias propias de un atleta invadido por la adrenalina; una ciudad tranquila se vuelve anarquista y se une a la caza del grupo de policías que pretende detener el explosivo atentado; en cierto momento, todo el mundo y todo mundo se giran para obedecer un impulso ilógico y anarquista, desquiciándose y desatando sus impulsos asesinos.
Chesterton desborda un ingenio de inventiva como pocos, y una narrativa que mezcla tan bien el misterio, la tensión, la muerte que acecha, y el humor, un humor que, sin ir más allá del humor blanco, provoca risa y carcajadas sinceras y esporádicas.
El hombre que fue jueves sorprende al tiempo que muestra el oficio del buen narrador, donde Chesterton hace gala de figuras retóricas como retruécanos (los más abundantes) y metáforas, además de un ritmo endiabladamente arrasador. Y por si esto fuera poco, casi al final de la novela, en el Capítulo XIV titulado Los seis filósofos, discurren los pensamientos externados por seis aguerridos hombres; aunque en sí, toda la historia es, de cierta forma, una figura filosófica del orbe, sus habitantes y sus creencias.
El hombre que fue jueves es una muy buena forma de acercarse y seguir a Chesterton y su obra. Tanto Borges como Reyes recomiendan a Chesterton ampliamente y con un asombro y elogios muy vastos; si lees El hombre que fue jueves descubrirás porqué.

El hombre que fue jueves
G.K. Chesterton
Editorial Fondo de Cultura Económica (FCE)
Colección: Biblioteca Universitaria de Bolsillo
Área Temática: Literatura

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