jueves, 20 de mayo de 2010

Ríos de sangre corren por las calles laguneras


Comencé a leer, el lunes de esta semana que va corriendo hacia su final, las columnas que Jaime Muñoz Vargas subió a su blog Ruta Norte, columnas que echaba mucho de menos y que tratan, estas últimas en particular, sobre las crónicas de su viaje a la tierra de Borges, y sobre su participación en la Feria del libro Argentina.
En dichas crónicas, Jaime comenta que los argentinos no se enteran de todo lo que ocurre en México y que se quedaron con los ojos de plato cuando él les platicó cómo la violencia y la inseguridad tienen del pescuezo a Torreón, y a toda La Laguna. Los argentinos preguntaron a Jaime que porqué las autoridades no hacen nada y, algo aun más importante, porqué nosotros como habitantes tampoco hacemos nada. Interesantes cuestionamientos, lástima que sin una respuesta que dé solución o, por lo menos, alguna posible solución.
Algo que siempre me ha parecido una estupidez, una tremebunda estupidez, es el fanatismo religioso profesado por el fútbol en todo el mundo, pero sobre todo en nuestra -ahora sangrienta- comarca. Sé que me voy a echar encima muchos enemigos por este comentario; no importa. ¿Qué por qué me parece una tremebunda estupidez? Pues ahí les va: El sábado pasado, cómo tal vez ya están enterados todos los laguneros (al menos de que alguien viva en una cueva al estilo ermitaño), ocurrió una balacera más, una tragedia más. Un grupo armado llegó en una camioneta, a eso de la 1 de la madrugada, al bar llamado Juanas Vip, descendieron del vehículo y comenzaron a rafaguear el lugar. Según un testigo que sobrevivió al ataque, la lluvia de balazos se dejó sentir primero en el exterior del local, después en el interior, luego otra vez en el exterior. Cuando algunos de los jóvenes parroquianos que se encontraban tirados en el piso creyeron que ya se habían ido los sicarios, comenzó otra ráfaga de rifles de alto poder desde fuera. Según el periódico, cuyo eslogan es “Defensor de la comunidad”, el saldo fueron 8 muertos y 25 heridos; 8 muertos y 25 heridos, resultado de ráfagas provocadas por los gatillos de armas de grueso calibre en un bar con más de 200 personas, es algo irrisorio. El mismo testigo sobreviviente relata que fácilmente se puede hablar de entre 30 y 40 muertos, y heridos muchos más de 25. La edad promedio de los parroquianos que se divertían el sábado pasado en el Juanas Vip oscilaba entre los 18 y 30 años; incluso una adolescente de 15 años se encontró entre las victimas. No culpo a El Siglo de Torreón por publicar cifras que le obligaron publicar; el miedo no anda en burro y a este diario regional ya le rafagueron el exterior de sus instalaciones en la parte donde hacen esquina la Matamoros y la Acuña. Y por si las muertes en el Juanas Vip fueran poca cosa, la misma madrugada del sábado pasado aparecieron cuatro cuerpos decapitados en la caja de una camioneta gris que ostentaba en su parabrisas las cuatro cabezas faltantes; esto pasó en Lerdo, Durango. La camioneta tenía una leyenda del crimen organizado escrita en el parabrisas que decía algo así como que los ejecutados y descabezados eran los asesinos de los bares.
¿Y estos hechos que carajos tienen que ver con el fútbol y, más en específico, con El Santos Laguna? Preguntarán los santistas de hueso colorado. Bueno, pues horas después de la matanza de los jóvenes cuyo único error fue escoger la inauguración del Juanas Vip para divertirse, fue el juego del Santos Laguna en el que logró su pase a la final. Unas horas antes del partido los supermercados, las tiendas deportivas que venden la camiseta oficial y no oficial de los guerreros, los expendios de vinos y cerveza, y las calles en general, estaban a reventar. Todo mundo se preparaba para disfrutar del partido en el que contendieron El Santos y El Monarcas. Que poca madre, ¿No? Era para que La Laguna completa se hubiera vestido de luto, y no de verde y blanco. Hay un razonamiento que me oprime la consciencia desde el fin de semana pasado: hasta donde ha llegado nuestra indiferencia, hasta donde se ha desvanecido nuestra consciencia, que nos vale lo que le pase o deje de pasar a nuestra gente, a nuestros jóvenes, y nos ponemos la camiseta, nos organizamos, nos reunimos y hacemos hasta lo imposible por disfrutar de un pinche partido de fútbol en vez de tomar acción con la misma pasión para organizarnos y exigir a las inútiles autoridades locales, estatales y federales que hagan algo, que cierren las compuertas de la presa que ha inundado nuestras calles con la sangre, en su mayoría, de personas inocentes, de conocidos, de amigos, de familiares que se encontraban en el lugar marcado y que no debían, y en el momento equivocado.
Quien quiera que promueva una marcha para vanagloriar a El Santos Laguna tendrá un éxito seguro, con puños, puños y más puños de seguidores, cientos, quizás miles de ellos, todos enfundados en su camiseta del equipo, oficial o pirata. Ah, pero que nadie proponga una marcha pacífica contra la violencia y la inseguridad, porque no van más que 40 personas.
Si en verdad quisiéramos protestar contra tanto suceso innombrable que hemos sufrido en la que en otro tiempo fuera la tranquila Comarca Lagunera, si en verdad quisiéramos que nuestra protesta y nuestro luto resplandecieran a nivel nacional e internacional, una buena forma de hacerlo sería que ni un solo habitante comarcano fuera al Territorio Santos Modelo en este primer juego de la final, y que en vez de playeras verdi-blancas vistiéramos playeras negras, por el luto, o blancas pidiendo la paz y tranquilidad que perdimos. Pero no, no será así; les aseguro que el nuevo estadio del Santos estará desbordado de gente, pisteando y apoyando a los guerreros, en vez de mantenerse sobrios y apoyar el derecho a la vida que todos tenemos. Que increíbles e insondables son las multitudes que jala el fútbol; es cómo si un día después del partido del equipo favorito se fuese a llevar a cabo el juicio final y, para salvarse, se tuviese que asistir al juego con toda la pasión y todo el fervor que sea posible.
El sábado pasado les tocó a los chavos que estaban en el Juanas Vip, pero hoy o mañana le puede tocar una lluvia de plomo a alguno de los nuestros (ojalá y no), o incluso a nosotros mismos.

5 comentarios:

  1. Yo también soy de esa idea; tan cerca del campeonato y tan lejos de la seguridad.
    Pero igual, la comarca ya se merece una alegria así, mas eso no significa que olviden lo sucedido, incluso pueden usar el futbol como una manera de protesta, eso ya depende de cada quien.

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  2. Bun)s(, desgraciadamente, ahora que ya fue el partido donde El Santos sacó un empate, yo no vi la supuesta protesta que se iba a llevar a cabo por parte de la gente, de los fanáticos, y, más específicamente, por cierto grupo de empresarios. Los laguneros que asistieron al TSM mostraron una indiferencia aberrante. Alguíen dijo una vez: cada pueblo tiene el gobierno que se mecere. Parafraseando estas líneas: La Laguna tiene la seguridad y el índice de violencia que se merece.
    Muchas gracias por tus comentarios.
    Saludos.

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  3. Es cierto, se vieron pocos, y ademas de que la televisora evito hacer tomas a los pocos que iban de blanco.
    Y como vimos, pesan más los colores verde y blanco que un blanco por la paz.

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  4. Borraste mi comentario o no salió?? (Soy insistente)

    Bueno, decía que por desgracia las muertes y la violencia no llamarán la atención hasta que algo realmente pase en el DF.

    Estamos tan manipulados por las alegrías sucedáneas que borramos de la memoria histórica colectiva lo que podría significar un aprendizaje, como vamos se pueden morir 100 mil personas y no hay protestas.

    "La indiferencia que le tiene el mexicano a la muerte es la misma que le tiene a la vida"

    - Octavio Paz.

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  5. Teresa, créeme que no borraría ni uno solo de tus comentarios por muy duros que fueran. Creo el sistema bloguero no lo pasó.
    Sí, necesitamos que de cierto modo nuestras desgracias comarcanas repercutan en chilangolandía para que nos presten más atención.
    Ciertísimas las palabras de Octavio Paz; por eso estámos cómo y donde estámos.
    Un beso y un abrazo.

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