jueves, 4 de junio de 2009

Central camionera, lugar donde también convergen los buenos libros


El día de hoy viví una desesperación insoportable, bueno, casi insoportable. Fui a la central camionera -según yo- para despedir a mis tías, que vinieron por una semana a estas áridas tierras; ellas radican en Phoenix, Arizona desde hace muchos años. Mi desesperación, y frustración, se debió a que ellas me comentaron que saldrían a las once de la mañana. Como buen mexicano, llegué cerca de la hora en que partirían, a las diez y cincuenta y tres minutos. Recorrí de pe a pa toda la central, sin dejar de revisar ni un solo rincón de los lugares destinados para los viajeros, tanto dentro como fuera; mis tías, y los demás familiares que también irían a despedirlas, no se encontraban por ningún lado.
Pensé que tal vez la salida era a las doce del medio día, que yo había escuchado mal. Esa conjetura me dio algo de tranquilidad y rebajo en buena medida el remordimiento de no haber alcanzado a despedirlas. Vi mi reloj, eran las once con cinco. Para matar el tiempo (en realidad no se porque razón utilizamos esta expresión, si es el tiempo el que termina matándonos a nosotros) se me ocurrió dar un recorrido más por el lugar y echar una amplia ojeada.
Como buen adicto obsesivo a los libros, dí con un local que mezclaba la venta de medicinas, souvenirs, dulces, periódicos, revistas y libros; si, libros, no solo los chafas, sino también buenos libros. Lo que más llamó mi atención fue el precio de estas joyas literarias: era bastante bajo. Ediciones de bolsillo mexicanas, y muy bien acabadas y muy bien editadas, agasajaron mis ojos; entre ellas: Clemencia, de Ignacio Manuel Altamirano, considerada la primera novela moderna mexicana escrita con propósitos estéticos; Platero y yo, de Juan Ramón Jiménez, poeta español que obtuvo el Premio Novel de Literatura en 1956; El viejo y el mar, de Ernest Hemingway, quien ganó el Premio Pulitzer en 1953 con este relato.
Los precios de estas ediciones oscilaban entre 25 y 35 pesos, un regalo, considerando su valor literario. Por cuestiones como esta, es que no alcanzo a comprender -no me cabe en la cabeza, diría mi maestra de literatura de la prepa- como es que el mexicano promedio lee poco, o más bien no lee nada. Y hablo del mexicano promedio, ya que las personas que no entramos en el promedio, si leemos lo más que nuestro ajetreado mundo -individual y colectivo- nos permite; además de que sabemos reconocer el oro entre tanto latón, porque los libros que menciono se encontraban entre la literatura chatarra (que desgraciadamente si consume la gran mayoría de los mexicanos): El libro vaquero, historias de tráileros, historias eróticas (con dibujos bastante explícitos), en fin, mucho de todo esto, sin faltar el Tv novelas, Fama, Tv notas y demás revistas de chismes amarillentos sobre artistas y celebridades.
Así que, en época de crisis y en los lugares menos pensados, no hay excusa que valga para no leer la literatura altamente nutritiva. Hay que pensar simplemente en cuanto se gasta uno una noche de antro, y eso lo hacemos sin escatimar en el dinero.
Ah, por cierto, al ver que las saetas estaban a tres minutos de fundirse en la posición mas alta de los relojes de Torreón -y que no se vislumbraban ni mis tías, ni otros familiares- decidí hacer una llamada al celular del Tío Pancho, que es quien llevaría a las mujeres peregrinas hasta el anden del autobús. Descubrí que el camión hacia Phoenix salió a las diez y media de la mañana, debido a que a esa hora llegaron mis tías y, como únicas pasajeras, el chofer decidió no esperar media hora más.

2 comentarios:

  1. Fíjate que en soriana he encontrado buenos libros de editorial Tomo, los cuentos de Oscar Wilde a $29 y también la recopilación de cartas de Truman Capote...no está mal.

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  2. Es muy cierto Teresa. Me enfoqué solo en la central camionera en este post por la experiencia que tuve, pero hay muy buenas oportunidades en otros lugares, entre ellos soriana. De hecho, yo también adquirí algunas ediciones de Tomo (entre ellas, dos libros de Oscar Wilde) y ví la oferta que me comentas de algunos muy buenos libros como el de Truman Capote; como tú comentas; no están mal, es más, están super bien.
    Insisto, no hay excusa para no leer en tiempos de crisis.
    Saludos.

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