domingo, 23 de octubre de 2011

El fin del viaje


Está por terminar el Diplomado en Creación Literaria que hace poco más de un año iniciara a cargo de la Dirección de Cultura Municipal de Torreón en coordinación con la Universidad Autónoma de la Laguna. Las cátedras en letras tocarán su fin los últimos días de noviembre, aunque existe la posibilidad de que se extiendan hasta mediados de diciembre. Los maestros de cada uno de los géneros literarios que se estudian y practican -ensayo, novela, cuento y poesía- ya solicitaron los trabajos finales con que concluiremos, quienes aun asistimos cada fin de semana a sus clases en la biblioteca José García de Letona ubicada sobre La Alameda Zaragoza, la aventura de abordar el buque que nos llevó por los océanos literarios en busca de los escritores de peso y sus obras. Para aquellos que anhelábamos dar con ellos, el viaje nos procuró tanto placer que no quisiéramos que acabara. No queremos dejar, ni que nos dejen, a nuestros guías en la fructífera expedición, pero llegó el momento de que cada uno de nosotros navegue por su cuenta y, lo más importante, desarrolle el estilo con que dará forma a su obra literaria, porque el objetivo del diplomado no es crear un club de lectura, sino una nueva generación de escritores.
A través de estos últimos diecisiete meses no sólo he degustado obras maestras de la literatura universal, también se ha dilatado mi visión en el horizonte de las letras permitiendo que conozca y reconozca aquello que en verdad alimenta y da impulso en la utópica carrera de escritor, que no por utópica deja de ser posible, pero, como toda utopía que se desee pasar del plano onírico a la realidad, requiere un esfuerzo que pocos están dispuestos a dar.
Entre las muchas cosas que he visto y aprendido en la inagotable aventura de los libros, me ha quedado muy claro que antes de escribir es necesario leer mucho, muchísimo. ¿Sobre qué? Sobre todo, para no hacer el tonto en el teclado -cito de memoria-, como menciona Stephen King en Mientras escribo, libro bastante interesante que trata sobre todo aquello que necesita un escritor para su formación. Los escritores clásicos deben ser el principio. No se puede, y no se debe, dejar de lado la tradición que nos antecede, al menos si en verdad se tiene un verdadero compromiso con la carrera literaria. Es necesario también conocer las vanguardias que marcaron diferentes épocas, así como leer y estudiar a los literatos contemporáneos cuya calidad no permite el asomo de la duda. A la par del consumo masivo de letras se debe fatigar el teclado.
Ahora que estoy por concluir este período de profundo aprendizaje sobre lo que significa ser un escritor, entiendo con mayor claridad las palabras de Mario Vargas Llosa en su libro Cartas a un joven novelista: “La vocación literaria no es un pasatiempo, un deporte, un juego refinado que se practica en los ratos de ocio. Es una dedicación exclusiva y excluyente, una prioridad a la que nada puede anteponerse, una servidumbre libremente elegida que hace de sus víctimas (de sus dichosas victimas) unos esclavos. […] Creo que sólo quien entra en literatura como se entra en religión, dispuesto a dedicar a esa vocación su tiempo, su energía, su esfuerzo, está en condiciones de llegar a ser verdaderamente un escritor y escribir una obra que lo trascienda”.
Cuando por fin termine el diplomado comenzará la lucha, interna y externa, para todos aquellos cuyo sueño es hacer de la literatura una forma de vida y no sólo un motivo aparente que permita andar de diplomado en diplomado y de taller en taller con una escasa o nula obra literaria publicada o bajo el brazo. Algunos comenzamos esa lucha hace años. Seguimos, y seguiremos, en la trinchera donde quien ingresa, también en palabras de Vargas Llosa, “no escribe para vivir, vive para escribir”.

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