martes, 14 de junio de 2011

Presentación de Flor de Capomo en el fondo de un cafecito


El viernes pasado fui uno de los afortunados en presentar el libro Flor de Capomo, de Paul Medrano, obra literaria en la que el escritor tamaulipeco aborda con gran acierto uno de los géneros más difíciles de dominar, si no es que el más: el cuento. La presentación se llevó a cabo en El Cafecito del Fondo, lugar bastante acogedor que se encuentra en el interior de la librería del Teatro Isauro Martínez. Estuvimos compartiendo foro Heriberto Ramos, el autor y el adicto a la lectura y al aporreo del teclado de su laptop que ahora pergeña estas líneas. El evento literario comenzó poco antes de las ocho de la noche. El lugar registró una muy buena asistencia. Debido a que fue mi primera participación en la presentación de un libro, tuve que lidiar con varios costales de nervios. Lo bueno es que pude mantenerlos a raya durante mi exposición. La experiencia fue bastante estimulante.
Comento que fui uno de los afortunados porque de otro modo tal vez no habría llegado a mis manos el libro de Paul Medrano, cuyos tracks -que es como son llamados los relatos en la contraportada- provocan dependencia a su lectura. Y es que los cuentos del tamaulipeco están escritos con un lenguaje y un estilo narrativo que hacen parecer que escribir es fácil y sencillo, pero no lo es. Al contrario, es ahí donde radica lo complejo en la prosa del también autor de la novela Dos Caminos, cuya narrativa monopoliza nuestra mirada y nuestra atención aun después de llegar al final del libro.
La solapa de Flor de Capomo nos dice lo siguiente: Paul Medrano (Ciudad Victoria, Tamaulipas, 1977). Ha colaborado en Punto de Partida, Tierra Adentro, Replicante, Los noveles, Hermano Cerdo, Palabras Malditas, Milenio Diario, entre otras. Ha publicado Dos caminos (UNAM, 2010) y está incluido en los libros Palabras Malditas (Efímera, 2009), Antología del Premio Nacional de Cuento Policíaco del IPAX (Mondadori, 2009) y Negras intenciones, antología del género negro en México (Jus, 2010). Toda esta información nos da una idea más dilatada de la trayectoria de Paul Medrano.
Preparé unas líneas -de letras, no de otro tipo- para la presentación de Flor de Capomo, y a las cuales di lectura en el concurrido lugar. También abordé algunas observaciones que no incluí en dichas líneas. Los comentarios que hice apoyándome en una ensayada improvisación fueron los siguientes:
Llama la atención la generación de escritores nacidos durante los años setenta. La mayoría de ellos escribe muy similar. Quizá algunos un poco más burlonamente mientras que otros van al fondo, o casi, de situaciones muy depresivas, pero la forma en que todos lo hacen es muy parecida.
Es una verdadera pena que en nuestro país la literatura sea poco publicitada y que existan pocos reseñistas con buen criterio, ya que son los que nos pueden hacer llegar a libros como el de Paul Medrano.
Va el texto leído en la presentación.


La flor sarcástica y real de Paul Medrano


El momento histórico que vive o padece el escritor es ineludible cuando da forma a su obra literaria. La poesía, la narrativa y el ensayo que produzca con su pluma y letra, o con su teclado y caracter, contendrán espejos cuyos reflejos destellarán la realidad, más aun si además de literato el escritor es periodista, oficio donde es imposible ignorar los acontecimientos que sobrecogen, estremecen y cambian a la sociedad. Los catorce relatos o tracks -cómo los nombra la contraportada del libro- que ensamblan Flor de Capomo, de Paul Medrano, son ejemplo de ello. El escritor tamaulipeco calca la esencia de los días que vivimos y la embona en su narrativa dejando un testimonio muy cercano a la realidad pura.
La literatura además de arte debe ser interesante y divertir, características que muchos intelectuales y escritores, en un intento por deslumbrar con sus obras a otros intelectuales y a otros escritores, han hecho a un lado; literatos que han olvidado que todos nos iniciamos en la lectura por placer y diversión. Cada uno de los tracks de Flor de Capomo logra someternos de forma voluntaria a la lectura de sus líneas seduciendo nuestra mirada y nuestra curiosidad a través del estilo narrativo que utiliza Paul Medrano, un estilo tan ameno, sarcástico y jocoso que llega un momento en que no parece que leemos un libro de cuentos, sino que nos encontramos en un bar con un grupo de amigos de farra, todos contando malas pasadas que en algunos casos bordean o caen dentro de la fatalidad, anécdotas de cantina donde cada narrador se vio en medio de una situación germinada en los inseguros y violentos días que sobrevivimos. Así, nos imaginamos en el grupo de jarras que, en un intento por superar los sucesos padecidos, echa mano de la burla contra todo y contra sí mismo con la ayuda de unas buenas e inagotables rondas de cerveza.
A excepción de “Pistoleros famosos” y “La tumba de mi madre”, el resto de los tracks de Flor de Capomo contiene la garantía de arrebatos de unas buenas carcajadas, algunas veces por las ocurrencias narrativas y otras por un humor negro que a pesar de su tono provoca la risa. Paul Medrano traduce a detalle, a través de las palabras, las sensaciones de sus personajes, quienes se pierden a causa de sus vicios, como cuando describe la cruda contenida en el despertar del protagonista principal de “Polvo Maldito”: “Toda esa placidez que proporciona el alcohol durante la noche, se evapora al alba y ahí comienzan las complicaciones: se calientan el rostro y las manos; el cuerpo hormiguea y los párpados se dilatan. Pareciera que en cuestión de minutos, la parranda es transmitida por ósmosis al cuerpo de todos los dipsómanos del mundo. Por eso la mañana es el peor momento de la borrachera”. En el mismo relato, Medrano narra como una adicción lleva a otra. El personaje narrador, que es periodista, va a su trabajo, en el que es editor de un diario, entre borracho y crudo, entre crudo y borracho, y adquiere dos grapas con un compañero de la oficina para poder aguantar la carga laboral y el resultado de la carga etílica. El tipo, después de aspirar dos grapas de cocaína pura, se pone bien loco y edita varias barbaridades en el periódico. Cuando logra recuperarse del efecto del polvo blanco, narra su experiencia con lujo de detalles y concluye: “Esto es vivir de prisa, no mamadas. Apurar la muerte. Durante seis horas viví en una realidad paralela, rapidísima e inentendible”.
Paul Medrano utiliza recursos retóricos que todo lector pueda entender, cómo en el track “Aguanta Corazón”, en el cual un chavo, estudiante de arquitectura, es convencido por su amiga con derechos -aun cuando ha sido firme al negarse- para que le sirva de acompañante en una visita que hará a sus padres que viven en Monterrey, Nuevo León, pero él debe ir vestido de travesti: “Esa misma noche le llamé para preguntarle donde podía conseguir ropa aputarrada. Una semana después íbamos trepados en un autobús con rumbo a Monterrey. Yo llevaba pantalón apretado, blusa, tetas postizas y maquillaje. Mi aspecto lo comparé con el de una paleta payaso”. El estudiante, clavado con María Elena, que es todo un caso en aventuras sexuales, confiesa su masoquismo por ella: “Lo jodido de todo es que María Elena sabía que era capaz de desayunar en su inodoro”. El final del track es una denuncia contra los abusos policíacos.
En más de uno de los relatos de Flor de Capomo nos topamos con un tipo que sufre lastimosa y sumisamente a causa del “no” o de la ausencia de alguien, pero poco antes de terminar, los tracks dan un adictivo giro que, aunque intuimos, no esperamos, como en “Ella me dijo que no”. Otro similar es “Enséñame a olvidar”, cuento escrito por Paul con mucho ingenio dado que contiene letras, signos y números, y que si lo intentamos un poco es sencillo de leer y entender. Al hacerlo nos damos cuenta de que se trata de un poema pasional en prosa, un poema codificado cuya sorpresa no es a quién está dedicado, sino a qué.
“La carga ladeada” es uno de los tracks que promueve la reseña impresa en la contraportada del libro, y que trata sobre un pueblerino que traza una cancha de futbol con cocaína. En esta narración atestiguamos cómo la ignorancia y una fanática fe que lleva a la ceguera de la razón hacen que un pobre ranchero pierda todo al confundir un cargamento de cocaína con pequeños bultos de cal, cocaína con la que pinta la cancha de futbol de su pueblo.
En el cuento “La tumba será el final”, asistimos a la desesperación de un tipo joven que lleva cinco años “sin beber ni esnifar”, y escoge el peor momento para hacer ambas cosas “una última vez” a modo de despedida final de las dos adicciones, ya que la chava que pretende desde hace tiempo por fin da muestras de que va a darle el sí y él desea conquistarla e incluso casarse con ella. Pero el destino con forma de apagón, de una ida de luz, derrumba sus sueños eróticos y pasionales con Frida, que es quien le roba el aliento. En este track, la descripción de la cruda que sufre el personaje es muy buena: “Doy un repaso por mi cuerpo. La cefalea aún es fuerte y el estómago amaga con una rebelión gástrica. Debo dormir otro rato, sólo un poco más. Hay que esperar que hígado y páncreas hagan lo suyo”.
La lectura de “Las nieves de enero” nos demuestra que el track nada tiene que ver con nieve o con alguna nevada. Todo lo contrario. Es el viaje que hacen a Acapulco un tipo y su esposa. Él siempre se queda en el intento de decir “no” a ella y de pedirle el divorcio, y ella siempre se sale con la suya. El viaje termina en el viejo Acapulco y el personaje narrador nos da una idea del lugar: “En esta área se localizan los primeros hoteles y casas de huéspedes; además el turista podrá conocer de primera mano algunos de los oficios acapulqueños más tradicionales: pescadores, dealers, prostitutas y borrachos”. El escritor tamaulipeco también describe el clima de forma aguda: “El sol funde cada objeto o ser vivo que es bañado con sus rayos”.
Paul Medrano toma prestados los nombres y el comienzo de las letras de corridos y otras canciones norteñas para dar título a sus tracks e iniciar la narración de cada uno de ellos. Los relatos de Flor de Capomo desnudan el entorno inmediato y ponen al país entero frente a nosotros para que lo veamos y tratemos de asimilar la realidad sin el velo con que la cubren los medios de comunicación y nuestros gobernantes, que sólo muestran lo que ellos quieren que veamos. Medrano narra todo aquello que es un secreto a voces, que vemos pero que negamos a nosotros mismo y a los demás, toda la porquería que hiede a nuestro lado y que aun así simulamos no saber de donde viene el escatológico aroma. Verbigracia: El track “Pistoleros famosos” donde el comandante Espino se pregunta como es que el crimen organizado se da cuenta de todo: ¿Cómo se había dado cuenta de que estaban ahí? ¿Cómo era posible tanto poder?, se preguntaba el comandante. Era parte de los miles de oídos y ojos que tenía el Mazca por toda la ciudad. Que Big Brother ni que mamadas, pensó”. En el mismo relato, el jefe principal del mafioso grupo, comenta: “Porque a los gobernantes sólo les preocupa la apariencia y el dinero. La gente les vale madre. Al fin y al cabo nacen mucho chamacos todos los días”.
“Flor de Capomo”, el cuento que da título al libro, relata la historia de un tipo homofóbico que agarra el gusto por asesinar homosexuales. Aquí el humor negro domina el track. Aun con todo, es inevitable reír de la forma en que cuenta la historia la voz que narra en tercera persona y que levanta la sospecha de que es el asesino en sí. Este cuento puede herir susceptibilidades, sobre todo en aquellos que están a un paso de ser homosexuales, en los que son pero de ropero y más aun en los gays declarados. Por ello no hay que olvidar que Flor de Capomo es literatura, y en la literatura todo se vale.
Por lo general la editorial habla por sí misma, y mucho, de los productos que ofrece, y el Fondo Editorial Tierra Adentro ostenta la fama de lanzar al mercado buenos libros, obras literarias de una calidad indiscutible. Flor de Capomo, de Paul Medrano, confirma esa fama.

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