miércoles, 2 de marzo de 2011

La erudición de Fernando Vallejo


Los buenos escritores son aquellos que desde el primer encuentro atrapan al lector con sus letras, con su forma de manejar el lenguaje. Es muy común llegar a ellos a través de la recomendación de algún familiar o amigo que comparte con nosotros la avidez de libros provocada por la buena literatura. Es seguro que, después de oír hablar a alguien sobre cierto escritor, y ese alguien es alguien cuyo criterio respetamos, en nuestra próxima visita a una librería, los libros del literato de la plática esclavizarán nuestra atención. Si es un título en específico lo que nos recomendaron, ese tomaremos, lo abriremos, tal vez en el principio, tal vez en alguna página al azar, y leeremos. Si el escritor es bueno, muy bueno, y nos llega, su voz nos seducirá y ya está: nos convertiremos en parte del grupo de lectores que le rinde culto. Uno de estos escritores es Fernando Vallejo.
En octubre del año pasado tuve la oportunidad de conocer en persona a Fernando Vallejo. A pesar del breve tiempo que lo escuché, me di cuenta de que, aun siendo un literato reconocido y bastante controvertido, posee una cualidad que adolecen los jóvenes y noveles escritores: la sencillez. Vallejo, durante la disertación entre amigos que tuvo con varios de nosotros, todos aprendices de escritor, citó a Logoi. Una gramática del leguaje literario, libro que publicó por primera vez en el año de 1983, y cuya segunda y última edición, la de 2005, se agotó. Aun así, varios de sus discípulos de aquella ocasión logramos conseguir el libro.
Son pocos los escritores que además son intelectuales, verdaderos intelectuales cuya dilatada erudición difumina los limites del conocimiento que poseen cómo lo fueron Jorge Luis Borges y Alfonso Reyes. La introducción de Logoi… es una clara muestra de que Fernando Vallejo también pertenece al reducido grupo de escritores que son intelectuales, de intelectuales que son escritores.
Vallejo demuestra su erudición en materia de gramática literaria desde las primeras páginas de Logoi…, las que precisamente corresponden a la introducción. A través del conocimiento de los autores clásicos, desde Homero hasta los contemporáneos, y las citas que toma de ellos, el colombiano-mexicano nos habla de los dos lenguajes que existen, y que siempre han existido: el hablado y el escrito; el oral y el literario. Menciona que “hoy por hoy esta constatación de Aristóteles sigue siendo una gran verdad de la lingüística: la prosa es como una lengua extrajera opuesta a la lengua cotidiana”. Es bastante interesante el enterarse de que los primeros gramáticos “coinciden en definir el objeto de su estudio no cómo una ciencia del lenguaje en general, sino cómo una ciencia del lenguaje de la literatura. Como una filología, en suma”.
El autor de La virgen de los sicarios, también explica como el idioma no se inventa, sino que se hereda, haciéndonos ver cómo todos los escritores clásicos y contemporáneos de diferentes y distantes partes del orbe, y en distintos idiomas, han utilizado formulas literarias creadas por la tradición, y también han usado palabras y han escrito frases que caen en lugares comunes, en clichés que llegan a ser un recurso literario. Vallejo afirma que “la literatura está hecha de coincidencias”.
La principal inspiración del escritor son los libros que ha leído y que lee; Fernando Vallejo lo ejemplifica magistralmente en las líneas con que finaliza la introducción: “El Quijote, la obra cumbre de las letras españolas, es en parte un libro sobre otros libros. El ingenioso hidalgo, enamorado de la palabra escrita, cabalga tras una quimera literaria. El genio de Cervantes descubrió que la literatura, más que en la vida, se inspira en la literatura”
Toda la introducción de Logoi…, a pesar de estar montada sobre datos históricos de la literatura y referencias de escritores de todos los tiempos y de diferentes latitudes y diferentes lenguas -incluso en diferentes lenguas-, es tan amena que mantiene fresco e intacto el interés. No dudo que cada una de las páginas de cada uno de los capítulos del libro es igual de interesante, absorbente e instructiva.

2 comentarios:

  1. …Todo lo que usted quiera, sí señor, pero son las palabras las que cantan, las que suben y bajan… Me prosterno ante ellas… Las amo, las adhiero, las persigo, las muerdo, las derrito… Amo tanto las palabras… Las inesperadas… Las que glotonamente se esperan, se acechan, hasta que de pronto caen… Vocablos amados… Brillan como perlas de colores, saltan como platinados peces, son espuma, hilo, metal, rocío… Persigo algunas palabras… Son tan hermosas que las quiero poner todas en mi poema… Las agarro al vuelo, cuando van zumbando, y las atrapo, las limpio, las pelo, me preparo frente al plato, las siento cristalinas, vibrantes ebúrneas, vegetales, aceitosas, como frutas, como algas, como ágatas, como aceitunas… Y entonces las revuelvo, las agito, me las bebo, me las zampo, las trituro, las emperejilo, las liberto… Las dejo como estalactitas en mi poema, como pedacitos de madera bruñida, como carbón, como restos de naufragio, regalos de la ola… Todo está en la palabra… Una idea entera se cambia porque una palabra se trasladó de sitio, o porque otra se sentó como una reinita adentro de una frase que no la esperaba y que le obedeció. Tienen sombra, transparencia, peso, plumas, pelos, tienen de todo lo que se les fue agregando de tanto rodar por el río, de tanto transmigrar de patria, de tanto ser raíces… Son antiquísimas y recientísimas… Viven en el féretro escondido y en la flor apenas comenzada… Que buen idioma el mío, que buena lengua heredamos de los conquistadores torvos… Éstos andaban a zancadas por las tremendas cordilleras, por las Américas encrespadas, buscando patatas, butifarras, frijolitos, tabaco negro, oro, maíz, huevos fritos, con aquel apetito voraz que nunca más se ha visto en el mundo… Todo se lo tragaban, con religiones, pirámides, tribus, idolatrías iguales a las que ellos traían en sus grandes bolsas… Por donde pasaban quedaba arrasada la tierra… Pero a los bárbaros se les caían de la tierra de las barbas, de las herraduras, como piedrecitas, las palabras luminosas que se quedaron aquí resplandecientes… el idioma. Salimos perdiendo… Salimos ganando… Se llevaron el oro y nos dejaron el oro… Se lo llevaron todo y nos dejaron todo… Nos dejaron las palabras.

    Pablo Neruda
    (intelectual y escritor)

    Saludos.

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  2. Están muy padres las líneas de Neruda, Teresa.
    Un beso y un abrazo

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