miércoles, 15 de diciembre de 2010

Narcotráfico, béisbol y Janis Joplin


Ahora que el narcotráfico y su desenfrenada violencia, la corrupción a gran escala y la inseguridad han avasallado a México abarrotado los encabezados de las noticias a nivel nacional e internacional, el escritor sinaloense Élmer Mendoza a ganado más lectores, tanto en nuestro país cómo en todos aquellos lugares del mundo donde se publican sus libros, que abordan con bastante calidad y originalidad la cruda situación que padecemos los mexicanos.
El amante de Janis Joplin, novela de Élmer que sale de las imprentas en el 2001, trata sobre los ires y venires de David Valenzuela, joven medio tontolón y poco agraciado físicamente, quien, después de matar a Rogelio Castro en defensa propia y en forma involuntaria durante un baile de cumpleaños que se llevaba a cabo en el pueblo aserradero de Chacala, tiene que huir a casa de unos tíos que viven en Culiacán, Sinaloa. Gracias a su tío, David comienza a jugar béisbol, deporte donde la pichada se le da de forma muy natural debido a que en Chacala se la pasaba en el monte cazando conejos y armadillos a base de pedradas, limpias y certeras pedradas. Cuando menos acuerda, el improvisado lanzador de pelota caliente va a jugar a Los Ángeles, California, ganando fama y notoriedad gracias al contrato, con el equipo de grandes ligas de los Dodgers, que le ofrece un buscador de talentos beisboleros. En ese mismo viaje, David conoce y hace el amor con Janis Joplin, la cantante hippie que anduvo de moda en la época en que transcurre la novela. David se enamora de la estrafalaria cantante de rock, y a pesar de que pierde el contrato con los Dodgers debido a una borrachera, motivo por el que regresa a Culiacán con sus tíos, su más grande sueño es volver a los Estados Unidos para encontrar a la Janis y casarse con ella.
Es en el regreso al pacifico mexicano donde comenzarán las aventuras y pesadillescas desventuras para David, ya que uno de los Castro lo anda rastreando para cazarlo y así vengar la muerte de su hermano Rogelio. Los Castro son un clan dedicado al narcotráfico, perteneciente al cártel del Triángulo Dorado. Entre todas las peripecias que sufre y goza David, va a parar a un puerto y se convierte en pescador, vive de cerca el narcotráfico -al que ingresa por accidente-, tiene contacto con una guerrilla a través de su primo El Chato, quien es uno de los líderes -además de plagiador y contrabandista de armas, tanto para su causa cómo para las organizaciones criminales de la droga-, conoce la ilegalidad, atrocidades y prepotencia de la policía judicial representada en Los Dragones -un grupo de élite- y su avasallante comandante, y, a pesar de ser demasiado feo, es acosado por una de las mujeres más bellas del pueblito pesquero en el que aprende los gajes del oficio de San Pedro.
En El amante…, Élmer Mendoza, además de dar vida a una historia bastante ligera de leer, y que divierte cómo pocas, destapa ante nuestros ojos una de las cloacas más pestilentes del país para mostrarnos la realidad que desde hace décadas hace de las suyas en el inframundo y que en la actualidad se ha desbordado inundando con sus inmundicias a todo México, entre cuyas corrientes bullen el narcotráfico y su influencia en la vida y la cultura de la gente de todas aquellas regiones que absorbe, así cómo la corrupción y la impunidad que han existido desde tiempos inmemoriales en esta parte del orbe.
Algo bastante digno de mención es el estilo y el leguaje de que se vale Élmer Mendoza para narrar la historia, donde se nota una influencia muy marcada en él por la “Literatura de la Onda”, entre cuyos representantes destacan Parménides García y José Agustín. Esta forma de narrar es muy ágil, más rápida, ya que los diálogos se entrelazan entre los párrafos de la narración sin necesidad de utilizar guiones cada vez que algún personaje toma la palabra. Asimismo, el lenguaje es tomado del mundo real por Élmer Mendoza, con todo y sus modismos y leperadas sin censura, e insertado en la novela, dándole una naturalidad muy mexicana, tanto que pareciera que nos encontramos escuchando la historia de voz de algún familiar o amigo, jocoso y mal hablado, técnica también utilizada desde hace varios lustros por los dos citados escritores de “la onda” o “contracultura”.
La literatura de Élmer Mendoza contenida en El amante de Janis Joplin nos muestra la droga a gran escala, los cuernos de chivo, las autoridades -legales e ilegales- y la porquería de que están hechas, las ejecuciones, la gran vida que se dan los narcotraficantes y la muerte que suelen encontrar, la importancia que toma el azar en la vida de las personas que, aunque no muy inteligentes pero con un talento excepcional para sobrevivir, llegan a disfrutar y padecer todas aquellas situaciones que muchos solo conocen en sus sueños más locos, y todo aquello que antes nos asombraba cuando nos enterábamos a través de los periódicos, la radio o la televisión, pero que ahora es el salpique de sangre nuestro de cada día.

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