miércoles, 4 de marzo de 2009

¿Un cuarto de siglo sin Cortázar?


El día 12 de febrero de este año se cumplieron 25 años del fallecimiento de Julio Cortázar, escritor emblemático e innovador, paisano de Borges y enamorado de La Ciudad Luz, donde hasta la fecha descansan sus restos en el cementerio de Montparnasse.

¿Un cuarto de siglo sin Cortázar? Por supuesto que no, Cortázar aun vive, y sigue con nosostros a través de su obra literaria.

Y como no hay mejor forma de recordar y mantener vigente a un escritor que leyéndolo, reproduzco aquí uno de sus textos de instrucciones (muchos los consideran también cuentos, a falta de una clasificación mas certera) y uno de sus microrelatos. Si el espacio lo permitiera transcribiría completa su obra cumbre, la interminable Rayuela; pero me conformo con leerla y releerla cada vez que la nostalgia me abraza.

He aquí los dos textos de Julio.


Instrucciones para llorar


Dejando de lado los motivos, atengámonos a la manera correcta de llorar, entendiendo por esto un llanto que no ingrese en el escándalo, ni que insulte a la sonrisa con su paralela y torpe semejanza. El llanto medio u ordinario consiste en una contracción general del rostro y un sonido espasmódico acompañado de lágrimas y mocos, estos últimos al final, pues el llanto se acaba en el momento en que uno se suena enérgicamente. Para llorar, dirija la imaginación hacia usted mismo, y si esto le resulta imposible por haber contraído el hábito de creer en el mundo exterior, piense en un pato cubierto de hormigas o en esos golfos del estrecho de Magallanes en los que no entra nadie, nunca. Llegado el llanto, se tapará con decoro el rostro usando ambas manos con la palma hacia adentro. Los niños llorarán con la manga del saco contra la cara, y de preferencia en un rincón del cuarto. Duración media del llanto, tres minutos.


Historia verídica


A un señor se le caen al suelo los anteojos, que hacen un ruido terrible al chocar con las baldosas. El señor se agacha afligidísimo porque los cristales de anteojos cuestan muy caros, pero descubre con asombro que por milagro no se le han roto.
Ahora este señor se siente profundamente agradecido, y comprende que lo ocurrido vale por una advertencia amistosa, de modo que se encamina a una casa de óptica y adquiere en seguida un estuche de cuero almohadillado doble protección, a fin de curarse en salud. Una hora más tarde se le cae el estuche, y al agacharse sin mayor inquietud descubre que los anteojos se han hecho polvo. A este señor le lleva un rato comprender que los designios de la Providencia son inescrutables, y que en realidad el milagro ha ocurrido ahora.



No hay comentarios.:

Publicar un comentario